Quienes han sido testigos de la violencia y el abuso han saboreado la ráfaga de una miserable vida; pero quienes se han sumergido en lo más cruel de la violencia y el abuso, se han enriquecido del menú más ruin de la muerte.
La Virgen de los Sicarios, del colombiano Fernando Vallejo, es una novela en donde se proyecta un realismo crudo con el auge del narcotráfico en Colombia. En sus páginas se vierte sangre como la sangre vertida por miles de víctimas, traidores y vengadores a mano de los sicarios.
Fernando y Alexis son los personajes que sobresalen en la novela. Fernando es un escritor maduro que llega a la ciudad de Medellín luego de tantos años de no visitarla; mientras que Alexis, con quien mantiene una relación amorosa, es un adolescente que se dedica al oficio de asesino asalariado.
Es interesante la manera en que los temas más sobresalientes de la novela (como la violencia, los asesinatos, el abuso de poder, la sociedad marginada, etc.) se mantienen agrupados bajo la misma vertiente de la denuncia que se plantea entre líneas; pero cada uno de esos temas, junto con la denuncia respectiva, buscan un punto: la delación a Dios (como ser soberano) y el deseo por la muerte.
¿Por qué poner a Dios como punto de referencia para el deseo por la muerte? Porque la religión popular es el medio por el que la sociedad se vincula a su propio pensamiento, anhelo y peticiones. Entonces, para concretar esta respuesta debe recurrirse al elemento clave que se expone en la novela: María Auxiliadora, la Virgen de los sicarios, la virgen del pueblo. María Auxiliadora se convierte en el medio del que el pueblo se vale para expresar lo intrínseco de su ser. Por ende, la Virgen se plantea dentro de la novela como un signo.
Bobes Naves dice:
El signo es en principio, en su ser material, una forma, a la que se le añade una dimensión nueva, el significar, mediante un proceso humano. El ser es una situación, el significar es un proceso, y el signo es el resultado de ese proceso, de modo que podemos decir que una forma es en sí misma un objeto que se convierte en un signo por una actividad humana.[1]
Como representación visual, María Auxiliadora es un objeto que carga una imagen simbólica; pero como signo, la Virgen conlleva todo un sentido y significación que el hombre le ha otorgado dentro de la cultura. El título de "María Auxiliadora", expresa la mediación de María respecto de la humanidad:
Ya San Juan Crisóstomo, arzobispo de Constantinopla nacido en 345, la llama "Auxilio potentísimo" de los seguidores de Cristo […] San Juan Damasceno, famoso predicador, año 749, es el primero en propagar esta jaculatoria: "María Auxiliadora rogad por nosotros". Y repite: "La "Virgen es auxiliadora para conseguir la salvación, Auxiliadora para evitar los peligros, Auxiliadora en la hora de la muerte".[2]
De esa manera, la Virgen toma un papel relevante en la novela, pues se encuentra en relación estrecha con el pueblo, el que a su vez, está unido a la muerte a raíz de sus acciones.
En La Virgen de los Sicarios, Fernando, personaje y narrador de la historia en primera persona, plantea los hechos ocurridos de manera que, de forma atinada, proyecta una filosofía de vida que va en dirección a la muerte. Toda una paradoja. Casi al inicio de la novela se observa un indicio que constituye el tema que trascurrirá durante toda la historia, el planteamiento entre Dios y la muerte:
A él –Jesús-- está consagrado Colombia, mi patria. Él es Jesús y se está señalando el pecho con el dedo, y en el pecho abierto el corazón sangrando: goticas de sangre rojo vivo…es la sangre que derramará Colombia, ahora y siempre por los siglos de los siglos amén.[3]
El panorama que de Colombia se refleja describe un cuadro ruin, miserable, seco de vida pero vivo de muerte. La novela se centra en Medellín, una ciudad llena de narcotráfico y sicarios; además de las famosas comunas (barrios situados en la cuesta de los cerros) donde vive la gente al margen de toda sociedad organizada.
A pesar del reino de violencia que impera en la ciudad de Medellín, la gente se consagra como un pueblo fiel y devoto a María Auxiliadora, la Virgen de los sicarios:
¿Creen que María Auxiliadora es propiedad privada? María Auxiliadora es de todos…[4]
A lo largo de la novela se observan aspectos interesantes que dan relevancia al tema de la religión popular. Puesto que María Auxiliadora es la Virgen del pueblo, la gente, de manera consagrada, es constante a las misas, festividades, rezos y demás acciones que apuntan a una fidelidad de convicción religiosa.
Más que hablar de un icono (refiriendo la semiótica y no sólo la imagen sagrada como tal), María Auxiliadora es la parte esencial en donde el pueblo descarga sus esperanzas y deseos. Es el pueblo, son los sicarios los que construyen con intensidad el sentido de la Virgen. Jeanne Martinet menciona:
Un signo es algo perceptible que hace manifiesta otra cosa que, de otro modo, no lo sería […] Hay signos que se descubren y signos que se hacen. Unos y otros son susceptibles de influenciar los comportamientos humanos.[5]
Por la razón anterior se resuelve que el hombre construye para su cultura (en el caso de la novela) a la Virgen como signo muy particular.
Los personajes de la novela entran al templo y se acercan a María Auxiliadora para presentarle sus peticiones. Lo hacen porque han hecho la construcción mental y social de que en ello encuentran esperanza y respuesta a sus peticiones más constantes:
Pero todas las flores, todos los rezos, todas las veladoras, todas las súplicas, todas las miradas, todos los corazones están puestos en el altar de la izquierda, el de María Auxiliadora.[6]
El hecho de que, en la novela, los sicarios tengan el hábito de usar escapularios, contribuye también al aspecto de que la religión popular adquiere, a través de la Virgen, una significación relevante. Los asesinos asalariados llevan consigo tres escapularios: uno el cuello (para que les den en el negocio), otro en el antebrazo (para que no les falle la puntería), y otro en el tobillo (para que les paguen). Acerca de los procesos semióticos, Bobes Naves menciona:
El hombre en su ser histórico y social utiliza las cosas como signos para manifestarse o para relacionarse con el mundo y con los otros hombres que forman la sociedad de su tiempo y del futuro. 133p
Como parte de manifestación o expresión interior, el hombre se vale de los signos (y a veces hasta depende de ellos) para obtener un sentido. En el caso de los sicarios, buscaban un sentido que les inspirara a seguir con su oficio. La muerte, la traición, la venganza, la sangre y las contiendas no les eran motivación, pero una gama de creencias y ritos religiosos, acrecentaba el deseo esperanzador de que “alguien” les protegía y prestaba atención a sus oraciones.
En el caso de Fernando se vislumbra este sentido; él no es un sicario pero una creencia religiosa –el signo de la Virgen—se hace patente en su deseo:
Las veladoras de María Auxiliadora palpitaban al unísono como las lucecitas de Medellín en la unánime noche, rogándole al cielo que nos hiciera el milagro de volver a ser. A ser los que fuimos, “Yo ya no soy yo, Virgencita niña, tengo el alma partida”.[7]
La relación que, desde un principio, se establece entre Dios y el deseo por la muerte se desarrolla conforme se exponen los hechos diegéticos. Éstos últimos responden de manera cruel y fría a los constantes asesinatos que se convierten (dentro de la historia) como la manera más normal y cotidiana de vivir en Colombia. En medio de este ambiente humanamente despiadado se vislumbra una esperanza de la que el pueblo se aferra para sobrevivir: Dios, y en el caso particular María Auxiliadora:
La humanidad necesita para vivir mitos y mentiras.[8]
Normalmente cuando la gente se acerca a Dios (entiéndase a cualquier ser que cada individuo reconozca como superior) lo hace para pedir algo. No se puede dejar a un lado la razón del porqué los sicarios acudían a la Virgen para presentar sus peticiones: que les ayudara a tener puntería. Pedían muerte:
Dicen los sociólogos que los sicarios piden a María Auxiliadora que no les vaya a fallar, que les afine la puntería cuando disparen y que les salga bien el negocio.[9]
Fernando (personaje principal) presenta la inclinación a acudir a María Auxiliadora y pedirle por sus favores. Fernando es sumamente consciente del medio ambiente en que vive. Lo describe con una palabra: odio; y en ese odio la gente busca sobrevivir en la impunidad más monstruosa. Sin embargo, nuestro personaje acude a la Iglesia con un fin esperanzador: veníamos a buscar lo mismo: paz, silencio en la penumbra.
Es entonces cuando (en el personaje principal, y no solo en cuestión de la religión popular-sicariato) se hace más patente la relación entre Dios y la muerte. Es decir, ahora Fernando no sólo se dirige a María Auxiliadora, sino que habla directamente a ese ser soberano para evocar, implícitamente, la muerte. Y hablamos de soberanía porque Fernando atribuye a Dios esa cualidad de autoridad suprema cuando dice:
Sólo Dios sabrá, él que es culpable de estas infamias: Él, con mayúscula, con la mayúscula que se suele usar para el Ser más monstruoso y cobarde, que mata y atropella, por mano ajena, por la mano del hombre, su juguete, su sicario.[10]
Alexis muere y, después de esto, en Fernando se incrementa la zozobra por el mal que padece Colombia. No soporta la idea del odio, el crimen, la pobreza, la violencia, la mediocridad. Su incomodidad por ser parte de una existencia cruel y un despiadado estilo de vida, le conducen a la antítesis de la existencia de Dios. Dice que no existe porque se despreocupa cínicamente del mundo; pero luego proclama su existencia por los signos de maldad presentes en el mundo: Dios es el Diablo.
Aparentemente Fernando se encuentra en un dilema, pero no es así. Con toda convicción clama a ese ser superior (ya sea malo, ya sea bueno desde su perspectiva) para que se acuerde de él de la siguiente manera:
[…] me dirigí –a la iglesia—a pedirle a Dios que se acordara de mí y me mandara la muerte.[11]
Entonces observamos la manera en que María Auxiliadora, como parte del sentido religioso-esperanzador en esa cultura contextual, tuvo el fin de su cauce en el concepto de Dios que se maneja en la novela. Por obvias razones, en una cultura actual, la idea de Dios es igual a vida física y/o espiritual; pero en La Virgen de los sicarios, se presenta el concepto de Dios como alternativa de muerte en medio de un mundo miserable y corrompido:
El mundo no se acaba aquí, era bien grande. En cuanto a la humanidad, en todas partes sería la misma, la misma mierda, pero distinta.[12]
A partir de esta concepción, el clamor y la petición que se le presenta a María Auxiliadora, es un ruego por la muerte. Si a la mierda de humanidad se le concede, paulatina o repentinamente, este deseo tan ávido, entonces sólo nos queda pronunciar la misma frase que Fernando refiere del evangelio: Que los muertos entierren a sus muertos.
BIBLIOGRAFÍA
Bobes Naves, María del Carmen. La Semiología. Ed. Síntesis. España, 1989. Pp 168.
Martinet, Jeanne. Claves para la semiología. Ed. Gredos. España. 1976. Pp 320.
Vallejo, Fernando. La Virgen de los Sicarios. Ed. Alfaguara. México 1994. Pp.121.
24 mayo, María Auxiliadora. Derechos reservados de Church Forum. http://www.churchforum.org.mx/santoral/Mayo/2405.htm
Fecha de consulta: 01-06-09.
[1] Bobes Naves, María del Carmen. La Semiología. Ed. Síntesis. España, 1989. 121p.
[2] 24 mayo, María Auxiliadora. Derechos reservados de Church Forum. http://www.churchforum.org.mx/santoral/Mayo/2405.htm
[3] Vallejo, Fernando. La Virgen de los Sicarios. Ed. Alfaguara. México 1994. 8p.
[4] Ídem 3. 51p.
[5] Martinet, Jeanne. Claves para la semiología. Ed. Gredos. España. 1976. 56-57p.
[6] Ídem 3. 16p.
[7] Ídem 3. 32p.
[8] Ídem 3. 15 p.
[9] Ídem 3. 16p.
[10] Ídem 3. 77p.
[11] Ídem 3. 81p.
[12] Ídem 3. 116p.
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